Género y roles sociales

En 1949, Simone de Beauvoir expuso una idea que con los años parece haber ganando actualidad: "Una no nace mujer, sino que se hace mujer." Esta frase, simple en apariencia, ha ido ganando incluso justificación científica en la medida en que los psicólogos evolutivos y otros investigadores reconocen que la asignación de género no ocurre hasta los dos años de vida. Y no es hasta los 3 años de edad cuando los niños y niñas comienzan a mostrar preferencias por conductas asociadas socialmente a su sexo.

A lo largo de la infancia, niños y niñas desarrollan procesos de aprendizaje comportamental diferentes como consecuencia eminentemente del influjo social y contextual, aunque también quizá como causa de variables biológicas que están todavía por determinar de forma específica. No nacemos sabiendo lo que se espera de nuestro sexo: lo aprendemos en nuestra familia y en nuestra comunidad y se transmite de generación en generación. El papel social que desempeñamos en relación con nuestro género nos viene definido socialmente. En nuestra comprensión de lo que significa ser una mujer o un hombre vamos avanzando durante el curso de la vida. Por tanto, ese significado podría variar de acuerdo con la familia, las relaciones interpersonales, las relaciones grupales y por supuesto en función de la cultura, la comunidad y con cada generación.

Los marcos de análisis de la realidad en base al género dan lugar a la aparición de los estereotipos de género, que son como marcos que utilizamos para organizar las características que otorgamos a las personas en función de que sean hombres o mujeres. En base a estas creencias estereotipadas generamos expectativas sobre el comportamiento esperable en las personas en su vida cotidiana.

En ocasiones el uso de estereotipos sociales de género, no sólo se asocia a la ubicación de hombres y mujeres en papeles y funciones sociales determinadas, sino que da lugar a una infravaloración del rol femenino observable en los desempeños profesionales y laborales, familiares, y en general en todos los nichos sociales.

La expresión más extrema de esta infravaloración del género femenino, la encontramos en la violencia contra la mujer, por el mero hecho de pertenecer a ese género. Este maltrato se extiende desde la discriminación, la reducción de oportunidades en general o la valoración negativa, hasta la agresión física o psicológica e incluso el asesinato.

Según Raquel Osborne “al menos una de cada tres mujeres en el mundo ha padecido o padecerá a lo largo de su vida un acto de violencia de género”, (abuso, acoso, maltrato, violación, etc.). Desde diversos organismos internacionales se ha resaltado que este tipo de violencia es la primera causa de muerte o invalidez para las mujeres entre 15 y 44 años”.

La mayor parte de situaciones de discriminación, pérdida de igualdad de oportunidades, sometimiento y sumisión por parte de la mujer, pasan desapercibidas social y culturalmente.

La educación a lo largo de la infancia es quizá la herramienta más poderosa, si no la única, para cambiar los estereotipos y los anclajes sociales que, a lo largo de generaciones, han mantenido diferencias psico-sociales injustificables entre hombres y mujeres. Es el único arma con que cuentan las sociedades para que, con el tiempo y quizá con el paso de generaciones, pueda concebirse una situación más justa entre géneros.

Os proponemos algunas preguntas para empezar a intervenir en el blog:
  • ¿Qué es el sexismo ambivalente y cuales son sus características en adolescentes? ¿Qué implicaciones educativas tiene?
  • ¿Favorecen los chistes sexistas los mecanismos de justificación de la violencia hacia las mujeres?
Algunos recursos:

3 comentarios:

  1. Hola. Interesante la investigación sobre estos temas sociales y de crecimiento humano. Gracias por sus aportes y la referenciación de consulta que brinda.

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  2. Muchas gracias exacto, los comentarios que estaba tratando de ubicar para tener mayor claridad en mi trabajo de estudio doctoral

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